De adolescentes con granos a superhéroes: La metamorfosis de la Selección Mexicana Sub-17 de 2005
A casi 20 años de la hazaña en Perú, Enrique Esqueda recuerda cómo un grupo de jóvenes desconocidos partió en busca de un sueño y regresó a un país desbordado, transformados en "Niños Héroes".
El 2 de octubre de 2005 es una fecha grabada en la memoria colectiva del deporte mexicano. Ese día, la frase "México es Campeón del Mundo" se escuchó por primera vez, resonando desde Perú hasta el último rincón del país tras una contundente victoria sobre la poderosa selección de Brasil.
Casi dos décadas después, Enrique ‘Paleta’ Esqueda, integrante de aquella histórica Selección Mexicana Sub-17, recuerda la profunda transformación que vivieron él y sus compañeros: un viaje que los llevó de ser jóvenes anónimos a convertirse en ídolos nacionales.
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El punto de partida de esta historia es el de un grupo de jóvenes llenos de sueños, pero ajenos al impacto que estaban a punto de generar.
Esqueda los describe con una imagen vívida y honesta que captura la esencia de su juventud y la magnitud de la aventura que emprendían.
"Sin duda alguna al subirnos a ese avión, ver a 23 adolescentes todavía, llenos de granos en la cara, yendo a tierras ajenas a tratar de competirle de tú a tú a las selecciones que iban a competir en ese Mundial, obviamente la emoción aumentaba".
Aquel equipo, que incluía a futuros referentes como Carlos Vela, Giovani Dos Santos y Héctor Moreno, no solo viajó a Perú para competir, sino para dejar una marca indeleble.
Para Esqueda, el recuerdo de ese momento sigue siendo abrumador, un logro que, afirma, "no tiene precio".
“Hoy en día sigo sin saber lo que realmente sentí en ese momento, porque cuando vuelvo a recordar, sin duda alguna son muchos sentimientos encontrados, haber puesto nuestro nombre en letras de oro en la historia de este deporte tan bonito, en el cual nos hemos desarrollado durante muchos años, no tiene precio”.
Aislados del fenómeno: la burbuja de la era pre-redes sociales
Uno de los aspectos más fascinantes de aquella gesta fue que los jugadores la vivieron en una especie de burbuja, aislados del fervor que crecía en México con cada victoria.
En una era sin la inmediatez de las redes sociales, los teléfonos inteligentes o el fácil acceso a la televisión internacional, el equipo no dimensionaba la locura que había desatado en su país.
Su única conexión con la realidad mexicana eran las llamadas telefónicas y los rumores que escuchaban del personal que los rodeaba.
La primera señal tangible de que algo grande estaba sucediendo fue el creciente número de periodistas que los seguían conforme avanzaban en el torneo, especialmente en los días previos a la final.
"No es creíble, no teníamos celulares, no teníamos redes sociales, no teníamos ese alcance tan fácil, la televisión en otro país no llegaba tan fácil, no sabíamos lo que estaba sucediendo, solamente era por llamadas telefónicas y de lo que escuchábamos de la gente que nos rodeaba".
Esta falta de conciencia sobre su propio impacto hizo que el regreso a México fuera aún más impactante.
Habían salido del aeropuerto con apenas "una cámara o dos" cubriendo su partida, pero volvieron para encontrar un país paralizado, unido en una celebración masiva.
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El regreso de los héroes y un legado eterno
El silbatazo final en Lima no solo coronó a México como campeón del mundo, sino que marcó el punto de inflexión en la vida de 23 adolescentes.
Según Esqueda, ese instante les cambió la vida para siempre. Regresaron a México y la realidad superó cualquier fantasía: se habían convertido en superhéroes.
El recibimiento fue apoteósico. Las calles estaban inundadas de gente que quería verlos, saludarlos y celebrar con ellos.
El trayecto desde el aeropuerto hasta la residencia presidencial de Los Pinos, que normalmente es corto, se convirtió en una odisea de siete horas, una muestra del fervor popular que habían despertado.
“Al escuchar el pitido final del árbitro, nos cambió la vida, regresamos a nuestro país y éramos superhéroes, el país estaba desbordado, siete horas hicimos a Los Pinos [...] porque no nos dejaba pasar la gente. En las calles estaba la gente esperando a 23 niños, tratando de tomar una foto con ellos, de saludarlos, no sabíamos todavía lo que habíamos conseguido”.
Esa generación no solo ganó un trofeo; cambió la mentalidad del fútbol mexicano y demostró que era posible competir y vencer a los mejores del mundo.
Veinte años después, con la medalla en sus manos y el recuerdo a flor de piel, Esqueda cierra su reflexión con una frase que encapsula el peso de su legado y el orgullo de una hazaña que el tiempo no podrá borrar:
"20 años después, soy campeón del mundo".
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