“¡No puedo hacer esto nunca más, mi cuerpo entero está destrozado de dolor!”, dijo el artista al finalizar el concierto. Nadie imaginó que sería el último.
El inicio de una década donde la utopía se desvanecía, mientras la guerra fría emanaba su último aliento; Mercury, quien acababa de cumplir 35 años de edad, vino a la angelópolis y ya no era un simple personaje.